Ella y yo. Talla en alabastro. 70 x 30 x 30 cm (aprox). 2014
-PRÓLOGO:
Cruce de miradas en la Casa de los Vientos de Unión-
Todos
iban de negro, todos los que se encontraban en ese Palacio de
Creación para Almas Vibracionales cubrían sus cuerpos de ese
no-color a modo de crisol para sus almas, como queriendo marcar con
contundencia el vacío, y pronto debían demostrar de que estaban
hechos... Ese era uno de los sitios donde solían encontrarse los
espíritus libres, errantes en busca de respuestas, entes pasionales
que se movían al ritmo de la Música.
Él
era tranquilo, tímido, taciturno, atemporal. También solitario y
algo desubicado por eso. Con buenos amigos pero falto de una Pieza,
como las de los rompecabezas, que hacía que tuviera una especie de
hueco en la zona del pecho. Además de eso no tenía serios problemas
de los que preocuparse, aún así solía caminar con la cabeza gacha,
con una mirada algo inferior a la del resto de la gente. Su horizonte
quedaba algo alto. Por eso cree que sus miradas se encontraron con
tanta facilidad...
En
una sala abarrotada de gente sólo pudo verla a Ella, al otro extremo
de la estancia. Pasaban sombras pero no las apreciaba porque
esa mirada penetrante, esos oscuros ojos a modo de inconmensurables
astros le tenían atrapado. Al igual que él, ella también parecía
estar envuelta en un aura diferente, aún más intensa y profunda que
no la dejaba ser. Nunca nada antes le había interesado tanto como
saber quién era esa chica. Necesitaba conocer su nombre, saber si
ella era quien podía ayudarle a encontrar la pieza que le faltaba y
si quería que le ayudase a disipar esa densa bruma que la envolvía,
volver a ver la vida de Color. No sabía porque, pero así supo que
esa chica no iba a pasar desapercibida en su vida. Ese instante duró
una eternidad, una eternidad que a lo largo de los años ha ido
creciendo convirtiéndose en un Todo.
Gracias
a un hilo común sus cintas comenzaron a enredarse. Le preguntó
a un compañero si la conocía y este le dio su nombre, un nombre
realmente bonito que le era bien conocido, aunque aún no había
conocido a nadie que se llamara así. Al cabo de un rato, antes o
después de haber salido al escenario, el dejó su timidez de lado
para atreverse a hablar con ella. Curiosamente ella también había
preguntado por el al mismo amigo, eso le dijo. Ambos, algo nerviosos,
intercambiaron unas pocas palabras, las justas para conocer las
Coordenadas del otro y así seguir conversando aunque hubiera una
pantalla entre ambos. Con su objetivo propuesto cumplido se despidió
de ella y se alejó sonriente.
Inexplicablemente
ella desapareció del mapa. Él la intentó localizar pero no la
encontró de ningún modo. El tiempo cambió de sitio haciendo pasar
ese verano como uno más y el recuerdo de aquel día quedó
revoloteando en sus cielos.
Así empieza mi historia de amor. Una historia que he vivido durante estos últimos 5 años y han marcado con diferencia mis días. Una historia como las hay miles, y probablemente hayas vivido tu también. Por eso quiero compartir contigo esta obra. Hacerte participe de lo bonito de estar enamorado y lo que se puede llegar a sufrir por ello también. Una representación escultórica de la vorágine de sentimientos que estar en este estado conlleva. De esa maraña de múltiples e intensas emociones y experiencias. La confusa tragicomedia del amor. Un lío sin igual.
Esta es una talla en alabastro, un tipo de piedra de dureza 1 sobre 10 compuesta en su mayoría por yeso. A pesar de su relativa blandura, y su precio, es posible obtener resultados similares a los del mármol. Es una piedra muy apta para principiantes por esas dos razones, pero se ha de tener cuidado porque esta cualidad es contraproducente para situarla a la intemperie ya que resulta muy afectada por estados meteorológicos tales como el viento o la lluvia. También presenta una cualidad muy especial como es la translucidez cuando esta es directamente iluminada.
Como se puede apreciar, esta obra tiene un acabado poco uniforme en su complejidad y es por una razón doblemente justificada. Esta es la primera talla en piedra que realizo y desde un principio me decidí a enfrentarme a ella desde el desconocimiento y sin ningún tipo de barrera o patrón (previa maqueta) por la que regirme. Este hecho realza el sentido que posterior a su inicio decidí otorgarle. La chica de la que habla la historia que va ligada a esta pieza fue mi primera Novia. Es con la que compartí muchas nuevas experiencias a las que me enfrentaba por primera vez, tal y como pasa con esta talla en piedra. En cuanto al acabado me interesaba que se estuvieran presentes las diferentes fases y marcas de las herramientas utilizadas para hacer presente el proceso de trabajo tan importante en la práctica escultórica. Todo ello a modo de símil.
La obra en sí es una alegoría. Pretende ser una representación de sentimientos, escultura poética. Y elegí la abstracción como recurso expresivo en primer lugar porque de siempre me resultó sumamente difícil materializar mi amor por esa chica a nivel artístico, y en segundo lugar para dotar de un significado prácticamente ilimitado a la obra. Aunque el nombre debiera servir de guía para interpretarla... "Ella y yo": la piedra y el escultor/el enamorado y su amada.
Referentes:
Richard Deacon, forma parte de la cuarta generación de la Nueva Escultura Británica y fué el primero de esta en ganar el Premio Turner. Realiza un tipo de escultura abstracta construida por lo general con materiales comunes, como la madera, la piedra o el vidrio, pero también otros sintéticos, tipos de plásticos que vemos y utilizamos en nuestro día a día. Su amplia gama de uso de materiales es uno de sus rasgos característicos. Así como su continua experimentación formal sobretodo entorno a conceptos de curva y vacío. Estas dos últimas características comentadas son las que guardan mayor similitud con la obra que presento. Algunas de sus obras más características como son las esculturas de gran formato "fabricadas" en madera y hierro presentan casualmente un aspecto similar al de "Ella y yo". En ellas el artista pone a prueba la flexibilidad que este material presenta de la misma manera que yo quise experimentar (de una manera algo arriesgada) con la dureza y la fragilidad de la piedra.
En segundo lugar también cabe destacar el uso intencionado que hace del lenguaje para dirigir el significado de sus obras, para guiar al espectador si así lo desea es su interpretación y, por qué no, dotar a la obra de un añadido si más no poético.
Antes o después tenía que citar al escultor Vasco Eduardo Chillida, de sobras conocido en los mundos del arte por obras como los Peines del Viento, Homenaje al Horizonte o Elogio al Agua, que aunque haber hecho del hierro su material por excelencia también ha trabajado con infinidad te materiales (aunque este si todos "de la tierra") tales como el barro (la cerámica) o la piedra (el mismo alabastro). Este último tipo de piedra le era muy favorable a la hora de investigar entorno al Vacio. No sería exagerado admitir que es el escultor que ha obtenido los resultados más interesante a nivel estético trabajando entorno a este concepto, haciendo uso de la rectitud, entre otros recursos, le añade la objetividad que este requiere. También es necesario hacer mención del acabado que quiere hacer presente en sus obras en piedras en las que en muchas ocasiones realiza las incisiones que el cree necesarias para trabajar en lo que antes comentábamos dejando el "envoltorio" intacto y poder apreciar así la verdadera naturaleza de la materia trabajada. Un método de trabajo que también podemos ver presente en la sumamente interesante obra del escultor freelance Karel Vreeburg.
Por último me gustaría hacer mención de una escultura en concreto de la pintora Georgia O'keeffe. Es una pieza que considero sumamente bella y poética. Es una de las pocas obras escultoras que la artista ha realizado pero que ha versionado en múltiples ocasiones, creo que su nombre corresponde a Abstraction, estoy seguro la reconoceréis al instante por su delicadeza y su forma orgánica. Y aunque dista bastante de la aquí presentada, considero que su "carga emotiva" es similar.
Y la continuación de mí historia:
-CAPÍTULO
I: De los enamoramientos juveniles-
No
se supo hasta más adelante pero Ella permaneció el verano apresada
por las Tinieblas. La causa de ello era que tiempo atrás el destino
le arrancó un pedazo de corazón para no devolvérselo jamás. Ante
tal barbaridad ella, pequeña e indefensa fue cayendo paulatinamente
en la oscuridad más densa. No soportaba vivir sin ese trocito, era
un engranaje sin el cual su organismo no podía actuar con
naturalidad, una avería que había tenido consecuencias directas en
su cerebro. Ese inmenso dolor que se vio forzada a sufrir en su pecho
no pudo más que intentar empujarlo hacia abajo, hacia la parte del
estómago, pero ello tuvo consecuencias desastrosas ya que ese lugar
se convirtió en un Agujero Negro que comenzó a engullirla a ella...
Un
día a finales de verano apareció ante Él un Avioncito de Papel
(con un mensaje dentro). Sus ojos se iluminaron al ver de quién era
y se dirigió rápidamente a hacerle otro para ella. Ese fue el
principio de un concurrido tráfico aéreo entre ambos.
Los
de ella eran rápidos y aerodinámicos, pequeñas joyas de
ingeniería. Con los pliegues justos y adecuados, sin exceso ni
carencia de detalles. Y él, sorprendido de su talento para
elaborarlos, intentaba que estuvieran a la altura y se esforzaba para
que quedaran bien y llegaran a su destino, aunque a veces ello hacía
que se demoraran. Llegaron a recibir tantos que podrían haber
forrado una habitación entera con ellos. A través de ellos se
dieron a conocer, se intercambiaron gustos: dulces, intensos,
sabrosos, picantes,... y ambos se agradaron.
Y
fue así como tras insistir consiguió verse con ella.
Era
una noche de otoño, pasearon junto a las Murallas. Hablando de cosas
banales y poniendo nombres a animales se encontraron frente a “la
Mar”, su amiga y confidente. Junto a ella descubrió no sólo que
sus ojos eran más hermosos de lo que había podido percibir aquel
día, sino que su boca, su sonrisa, compartía junto a su mirada el
primer puesto de las cosas más bonitas que había visto en su vida.
Es
por ello que aún sin saberlo a ciencia cierta él asegura que,
ansioso de probar su labios, fue en la primera cita en la que se
besaron.
Tras
esa, quedaron muchas noches más. Entraron al Castillo y le llevó a
uno de los rincones favoritos de ella. Quedaba fascinado ante las
puertas que le abría. Le mostraba rincones de su mundo y el
disfrutaba acurrucándose junto a ella, de sus parajes para los
sentidos. En su cajita sonora guardaba de lo mejor que se había
hecho nunca en música y el se nutrió de todo ello.
Le
gustaba acariciarla, siempre que podía lo hacía, era tan suave... y
estaba seguro que a ella le gustaba tanto como él. Como aún no
podía ver las formas de su cuerpo se contentaba recorriendo todos
los rincones que conseguía alcanzar de su tersa piel bajo la ropa
con las manos. Nunca antes había tenido un cuerpo tan a su
disposición y lo gozó como se degusta un suculento postre, a
pequeñas cucharadas, deseando que no se acabara nunca. Deseando que
no se volviera a alejar.
Eran
geniales los momentos que compartían. Todo era perfecto excepto por
un detalle, un pequeño secreto que ella guardaba y no era capaz de
contar. No fue ella sino su padre quien se lo contó. Supo al fin
donde había estado aquel verano. Le explico el problema que ella
padecía, como había sido aprisionada por las Tinieblas alejándola
de la realidad. Como el peso de un dolor tan grande había sido el
causante de que hubiera sido engullida por las aguas de la
autodestrucción.
Él
se vio algo abrumado ante tal situación. Una situación que en aquel
momento (y en cierto modo siempre) era incapaz de asimilar en toda su
complejidad. El único modo actuar que vio posible fue el de
ignorarlo, el de no darle importancia al menos en lo que a él
respectaba. De la misma manera que había hecho siempre, incluso con
sus propios problemas: sabiendo que existía pero aceptando que si no
podía arreglarlo debía dejar que el tiempo lo hiciera por él.
Confiaba en ella, sabía que podía superarlo, nunca había conocido
a nadie con semejante fortaleza.
Le
regalaba las rosas que crecían en su jardín. También le gustaba
enseñarle sitios nuevos como a ella. Convenciéndola para coger la
moto iban de un lado para otro (hecho que siempre seguirían
haciendo). Quedaban para ir a sitios nuevos, pero también quedaban
en casa, donde realmente podían estar más cómodos. Nunca llegaron
a acabar de ver una película juntos, por unas cosas o por otras. Por
lo general siempre acababan extasiándose a miradas, besos y medidas
caricias...
Todo
iba bien, se encontraban en una nube de felicidad y despreocupación.
Aunque al parecer sólo lo estaba el ya que ella volvió a caer. De
pronto comenzaron a quedar con menos frecuencia, se la veía más
sombría y le ponía trabas a la hora de quedar. Durante una semana
estuvo encerrada sin ver la luz, y el totalmente desinformado de la
situación. Después de haber luchado tanto contra aquel demonio sus
fuerzas volvieron a ceder. La engulló de nuevo aquella espiral
caótica alejando así su mente del mundo real y físicamente, más
allá del mar.
Cuando
el supo de lo ocurrido no dudó en hacer algo. Impulsado por el
destino, como si al servicio de una historia ya escrita se
encontrara, se aventuró en un barco y acudió en su búsqueda.
Cuando llegó al temido lugar nacía un nuevo día y pudo contemplar
un hermoso y asombrosamente colorido amanecer. No sabía exactamente
que, pero en su fuero interno había algo que le impedía dejarla ir.
“Esa chica va hacer grandes cosas en la vida”, se decía el.
No
pretendía presentarse cual príncipe, sino como amigo y compañero
de batalla, quería regalarle renovadas fuerzas para seguir adelante.
Necesitaba recordarle que hasta donde ella quisiera no estaba sola en
esto, y así hizo. Tras hacérselo saber se marchó con la esperanza
de que todo saliera bien y la pudiera volver a ver lo antes posible.
Y
por suerte así fue. Tras poco más de un mes ella estuvo de vuelta y
siguieron donde lo habían dejado. Se veían con frecuencia y cada
vez más intensidad. Compartieron momentos mágicos en su Isla:
charlando tumbados bajo el brillante cielo nocturno y estrellado,
bañándose en calas desiertas alumbrados sólo por el claro de la
luna, contemplando fuegos artificiales en un alejado mirador,
desayunando o merendando en diferentes nuevos lugares, comiendo la
deliciosa comida que cocinaba el padre de ella, mirándose el uno al
otro hasta que se dormían en las siestas, besándose y tocándose en
cobijos urbanos, fotografiándose en parques en brillantes tardes
asistiendo a conciertos de música que armonizaban sus veladas,
divirtiéndose junto a sus amigos lo fines de semana de fiesta,...
Más momentos de los que son capaces de recordar ja que fueron tantos
y tan buenos que no pensaban ni en el pasado ni en lo que vendría.
Vivían sus días como si no existiera nada más que los instantes en
que estaban juntos.
Llegó
el día en que el pudo quitarse una espina que llevaba clavada desde
hace mucho tiempo. “Una espina” que acabaron siendo dos o tres,
clavadas en la sien desde poco después de haberla conocido. Para
ella no era nada nuevo pero el nunca había tenido la oportunidad de
Unirse con otra persona. A esas alturas de la vida esa idea había
rondado tanto tiempo por su cabeza que ahora le daba mucha más
importancia de la en realidad tenía, y esa presión, la de verse
ante un hermoso cuerpo a su entera disposición, no le fue fácil de
superar. Hasta que llegó.
Como
todos sabemos no duró mucho, pero se convirtió en uno de los
momentos que nunca iba a olvidar. Fue Sublime. A plena luz enlazaron
sus cuerpos en una danza improvisada, palparon sus pieles marcando
cada uno de sus pliegues, saborearon los sudores que esa calurosa
tarde facilitaba emanar, fluyeron cuales ríos cargados de
desbordante lluvia primaveral, reaccionaron químicamente generando
energía de la nada, se Unieron. Conectaron en punto cumbre y juntos,
c@lmaron sus espíritus de joven e impulsivo amor.
Y
con todo, pasaron uno de los años más intensos de sus vidas. Hasta
que llegó el día en que el tuvo que marcharse.
Esa
mañana fue, según recuerda ella, la primera vez que él le dijo que
la quería. Tras una movida noche de despedida junto a uno de sus
amigos-hermanos, y antes de marchar a tierras cercanas, se dirigió a
su última y obligada cita con ella. Esta le preparó el desayuno en
su casa y él, ebrio de emociones, le soltó un “Te quiero” como
si llevaran años saludándose así cada mañana. Realmente lo
sentía.
Se
despidieron junto al mar. Eran conscientes de que la distancia iba a
ser uno de sus grandes enemigos, pero también que lo suyo no se iba
a esfumar así como así. Se prometieron mantener el contacto, tan
necesario para ambos, y forzando una sonrisa y con un ligero dolor en
el pecho se dieron el último de los muchísimos besos de este
capítulo.
-CAPITULO
II: Afines en la tensa Distancia-
Ahora
se encontraba en otro lugar, lejos de su casa, lejos de Ella. Se
dirigía a ampliar sus campos de conocimiento. Tras un año de
indecisión decidió estudiar sobre el Impulso Creador Libre, una
elección arriesgada pero que nunca lamentaría. En cierto modo era
como un salto al vacío, el inicio de una travesía de la que
desconocía completamente el rumbo que debía trazar y mucho menos el
destino al que se dirigía. Se encontraba en un mar de dudas, de
preguntas sin resolver ¡y casi sin formular! Pero
a él ya le estaba bien, ya que nunca le habían gustado las cosas
fáciles. Los caminos trazados. Siempre escogía, en la medida de lo
posible, la opción más compleja, la que le aportara mayores
experiencias. En cierto modo ese era uno de sus mayores miedos: el
ver su vida totalmente planificada, rutinaria, simple y aburrida.
También
quería dedicarse a la Música. Desde los quince años no se había
separado de su guitarra y confiaba en que el comienzo de esta nueva
vida le proporcionara las fuerzas necesarias para dedicarle el tiempo
necesario a su verdadera pasión. Pero como siempre la falta de
decisión, concentración, y dedicación también, algunos de sus
mayores defectos, marcarían sus años lectivos y esto le provocaría
más de una época de desánimo y pasividad.
Ella se quedó en su Hogar,
rodeada de aguas turquesas, estudiando para el grado previo que le
permitiría realizar una elección equivalente a la de Él. Se volcó
en cuerpo y alma a estos estudios. Era una manera de demostrar su
valía, y de luchar por conseguir un prometedor futuro por sus
propios méritos, y junto a él. Un sacrificio que obtendría su
merecido reconocimiento.
Tanto la nueva independencia a
la que él tuvo que adaptarse como la dedicación a los estudios de
ambos los mantenían bastante ocupados, pero cuando pasaban algunos
pocos días sin saber el uno del otro demandaban serenar sus
añoranzas con largas conversaciones internáuticas y telefónicas. Y
así vivían en la distancia. Hasta que llegaran las buenas noticias
en las que él volvía casa por vacaciones.
Realmente eran bastante
diferentes, o al menos eso le gustaba pensar a él. Siempre había
dicho que se complementaban, y realmente deseaba que fuera así. Ella
era muy inteligente, sobretodo en temas académicos como la lengua y
los números, aunque también era ávida de conocimientos de toda
índole. Eso unido a su dedicación y su buena organización hacían
de ella una chica sumamente cultivada, ...Interesante. Pero era
demasiado exigente consigo misma. Y también le afectaban muchísimo
las cosas a nivel emocional, cualquier pequeño o gran problema que
tuviera lo padecía enormemente en su interior. Él en cambio era
mucho más tranquilo y despreocupado, confiaba en el devenir de las
cosas, y consideraba los problemas como algo pasajero. Tenía una
mente algo caótica en la que una desmesurada sensibilidad y la
abusiva reflexión estaban en un conflicto continuo. Por ello se
necesitaban el uno al otro. Uno le daba la calma y el desasosiego que
necesitaba el otro, y el otro le daba ejemplo del esfuerzo y la
dedicación que tanto admiraba de ella.
Llego el primer invierno y él
se marchó de viaje con su familia a otra cálida isla a pasar el fin
de año. Durante el viaje la echó mucho en falta ya que era uno de
los pocos largos lapsos de tiempo que podían haber compartido juntos
y no pudo ser. En uno de los muchos souvenirs que visitaron él
encontró el regalo perfecto para ella: un anillo formado por dos
aros deslizantes uno negro y otro plateado que compartían la misma
cenefa. Le recordaron a las fuerzas del Yin y el Yang y a aquello que
solía pensar: las diferencias que les unían.
Casualmente ella también
realizó un viaje durante las siguientes vacaciones, y aunque se
vieron durante unos pocos días no fue hasta verano que volvieron a
estar tan unidos como siempre. Volvían a compartir calurosas siestas
abrazados, baños diurnos en bonitas playas y nocturnos en desiertas
calas, asistiendo a conciertos y fiestas folclóricas, viajes a la
cercana isla vecina a investigar cuales lagartijas..., en definitiva,
la compañía mutua de siempre tan agradable e incondicional.
Por suerte ese año ella pudo
ir más de una vez a la ciudad que pronto debía acogerla a ella
también. En esos reencuentros se liaban y enredaban como siempre
hacían hasta las tantas en cosas absurdas, locas, personales y
banales e intransigentes u originales. Al separarse de nuevo era ella
quien más le seguía enviando mensajes, y al pasar el tiempo era él
quien más notaba su ausencia. Y eso le molestaba bastante, el hecho
de que fuera tan sumamente independiente, y en cierto modo egoísta,
aún reclamando su atención directamente. Esa fue (dijo
defendiéndose él en su momento) una de las causas por la que
cometió uno de los mayores errores de su vida.
En la primavera de aquel año
él tuvo la opción de irse con otra chica y la escogió. Comenzó
con la idea de ser un royo “propio de la estación” pero la
situación se le escapó de las manos y la relación exigió más
tiempo de lo que hubiera deseado. Ella volvió a verle uno de
aquellos días, inocente... ¡con la intención de encontrar piso
junto a él! Y él ante tal desastrosa y maldita situación no pudo
más que afrontarla como supo: como un completo imbécil. Porque era
incapaz de actuar con normalidad ante lo sucedido, y tan cobarde que
no pudo contarle la verdad de lo sucedido. Cuando ella tuvo que
volverse no pudo más que dejarla ir porque no se merecía lo que
estaba pasando, y porque el necesitaba comprobar el por qué de haber
tomado esa elección.
Tras poco más de un mes pudo
comprobar que el amor que sentía por ella no había desaparecido
aún, ni podía ser remplazado por ningún otro mientras ella le
correspondiera. Por ello le escribió un texto en el que intentó
sincerarse y sobretodo disculparse ante lo sucedido y le pidió que
volviera junto a él. Ella aceptó, y tras ese triste periodo y el
viaje que hizo de fin de estudios retomaron su relación dejando de
lado lo sucedido (aunque para ella fuera difícil de olvidar...).
-CAPITULO
III: Conviviendo a destiempo-
Con
el tiempo se dio cuenta de que, para él, Ella era su Luna. Ese astro
que aunque a veces no se veía siempre estaba presente. No había día
en que no pensara en ella cuando no la tenía cerca, por ello siempre
que podía la buscaba. Le gustaba saber en que estado se encontraba,
gozaba tan solo con mirarla. Dotaba a sus noches de ese misticismo
que solo ella podía ofrecer, pero sobretodo le encantaba hacerla
brillar, sonreír, deseoso de ser su Sol... Y lo descubrió
recordando una noche mucho tiempo atrás en la que la delicada luz
azulada resaltaba los rasgos de su bonito rostro y se reflejaba en su
fina piel.
Él
ya se encontraba en la Gran Ciudad cuando ella llegó. Fue a
recibirla al puerto con un ramo de Girasoles. Comenzaban una nueva
vida juntos, una vida que apuntaba a ser sumamente feliz. La
convivencia comenzó siendo inmejorable. Por lo general él se
encargaba de las comidas y ella de las cenas, debido a sus horarios
así lo habían organizado. Los fines de semana les gustaba ir a
cenar o al cine o alguna otra actividad cultural. Y aunque solían
despertarse uno a cada lado de la cama, se iban a dormir muy unidos.
Los
días pasaban, ella cada vez estaba más hermosa, aunque en ocasiones
le costara verlo. Se había hecho a la ciudad con increíble
facilidad y en poco tiempo se había creado un buen grupo de amigos.
Aunque pasadas las navidades, a la vuelta cerca ya de la primavera,
comenzó a mostrarse arisca y distante. La razón era que le había
engañado justificando sus actos por falta de autoestima. Él no pudo
soportarlo, en aquellas circunstancias ¿cómo había podido...? Lo
dejaron, aunque continuaron conviviendo juntos. La odiaba por lo que
había hecho pero aún la seguía queriendo, le era imposible no
hacerlo. Ella lo pasó muy mal, lamentando lo que había hecho, y él
no la dejó sola. Llegó el verano y pasaron un mes separados hasta
que ella volvió a la Isla. Siguieron viéndose aunque a él se le
notaba aún cierto rencor por lo sucedido.
Precipitadamente
deicidió no vivir con ella el curso siguiente. Aunque quería
reemprender la relación ya la había perdonado. Y necesitaba
hacérselo saber porque, sin saber por qué, sentía que la estaba
perdiendo de nuevo, por ello se dirigió al Norte, muy arriba, a la
cantera de un pueblo de montaña, como si quisiera acercarse lo más
posible a la Luna para coger un pedacito de ella y regalársela, y
comenzó lo que quería que fuera una contundente muestra de su amor
por ella. Pero no llegó a tiempo, a ninguno de ellos. La pieza quedó
inacabada.
Esta
vez le dejó ella por causas similares por las que había pasado él
hacía dos años. Él se encontraba tan mal por aquel entonces que se
negaba a aceptar lo sucedido y esperanzado de que pudiera cambiar
comenzó este escrito motivado precisamente por este final que hoy
por hoy, por su propio bien, se ve forzado a negar: “No se
dijeron adiós. Tampoco se prometieron reencontrarse pronto. Fue un
hasta luego como los que se te escapan al despedirte de un amigo que
va hacer un largo viaje”.
-ANEXO:
Aprendiendo a vivir sin ti-
Este
texto, tan personal, lleva muchísimo tiempo en proceso.
Las causas son muchas: porque no me veía capaz de plasmar esta
historia a la altura que se merece, por mi falta de constancia,
porque hay partes de ella a las que no quería recordar, por las
razones, tan cambiantes...
Hay
muchas cosas que debido a la obligada síntesis he tenido que obviar:
cartas; regalos como diferentes “tipos” de Cds; algunas escapadas
con leves contratiempos; todo tipo de flores que acompañaron nuestra
historia; los cabellos sueltos a modo de rasta; los te quieros en el
tintero y los “ya no” insinceros; infinidad de emociones,
actitudes, errores... tan difíciles de narrar. Aunque ya sabes, me
gusta quedarme con lo mejor de todo.
Creo
que sabes lo mucho que me hubiera gustado demostrarte lo que has
alimentado mi espíritu artístico. Has sido mi inspiración en
muchas obras, ideas o escritos que por desgracia la mayoría han
quedado en el tintero. Pero no es por tu culpa, eso es algo
independiente y personal a lo que llevo mucho tiempo intentando
plantar cara y poner remedio. Creí que junto a ti esto podía
cambiar pero es mucho más difícil de lo que pensaba, mi continua
batalla contra el tiempo.
Ahora
estoy solo, con todo lo que ello conlleva. El verse así resulta
realmente complicado tras haber estado tanto tiempo con un apoyo
sentimental así. Un asidero en esas crisis de identidad que me son
tan recurrentes. Aunque tras toda crisis hay una oportunidad y
seguramente saldré mejor parado de ella solo ya que en última
instancia solo nosotros mismos podemos querernos como realmente
necesitamos. Soy consciente de que en mayor o menor medida eres
participe de estas palabras.
Y
ahora que este texto acaba he de darle un significado, otorgarle una
razón de ser, e inevitablemente he de hacerlo haciendo balance de
todo lo sucedido durante estos duros seis meses. Desde cuando me
decidí a realizar este escrito y hacerte poseedora de una de las
creaciones que más valoro, hasta el instante en que ponga el punto
final a estas palabras. Me he resistido a admitir lo que tu decidiste
por los dos: poner punto y final a nuestra relación. Pero me lo
dijiste más de una vez y me lo has demostrado todo este tiempo. Por
ello, aunque la razón inicial fuera recuperarte, a día de hoy lo
hago solamente por mí, porque no creo que te deba nada, de la misma
manera que yo no esperaba nada de ti más que tu compañía, apoyo,
comprensión y sinceridad, que en tantas ocasiones he echado en
falta...
Pero
no te culpes, porque no sirve de nada. Ambos hemos cometido errores y
ambos nos hemos querido muchísimo, lo sé. Hemos rozado la cúspide
de la Felicidad y gozado de puro Amor. Ahora solo el tiempo dirá lo
que nos depara el futuro. Queda
tiempo hasta la primavera... Desde lo más hondo puedo
decirte que a pesar de todo deseo que seas feliz. Y también deseo
serlo yo, me gustaría volver a sentir lo que una vez sentí por ti.
A día de hoy sólo espero que dejes de ser un enredo en mi corazón.